Te Prometo Anarquía

maurice echeverría: ingenio y versatilidad prolífica

maurice echeverría

 

 

TPA: Tu nombre aparece en las antologías y en los estudios críticos sobre literatura guatemalteca como miembro medular de la llamada Generación de posguerra junto a otros escritores con cierto recorrido y trayectoria, ¿qué fue lo que ocurrió con ustedes, como escritores, poetas y artistas, en aquellos años? ¿Creés que el papel que jugaron fue determinante para las generaciones venideras?

M. E.: Nosotros fuimos estrictamente la primera generación de posguerra, es decir que la paz se firmó sobre nuestros veinte años. En ese momento había una energía única y un ambiente de posibilidad. La sensación era que las coordenadas empotradas del conflicto ideológico estaban siendo superadas. Mucha inocencia, mucha locura y cierta sed nos distinguió o delató. Es como que a un loco le quitaran la camisa de fuerza y se pusiera a pintar dibujos en las paredes, a la manera de Lascaux, o bien a jugar con sus propios dientes. Como ya he dicho en otras ocasiones, aquello era un yermo –salvo ciertos riguroso parches, uno y otro oasis, aquí, allá– y aún así se logró crear alguna cosa. Tampoco es para compararnos con esos judíos en el desierto del Neguev, que sacan extensiones respetables de espárragos de las condiciones más arteras. Pero algunos frutos muy consistentes se dieron. Pienso en una Regina Galindo, por ejemplo. Pienso en un Julio Hernández. ¿Si fuimos determinantes para las generaciones venideras? Fuimos –y de hecho somos– un punto de referencia, y con ello quiero decir algo que se puede celebrar o escupir. Por demás, te remito a un texto que escribí llamado Itinerario, en donde hablo bastante del tema, ya centrado en los escritores de mi generación, o ya centrado en algunos escritores de mi generación, o ya centrado, llanamente, en mí mismo.

 

TPA: Has publicado muchos libros, tanto narrativa como poesía, y también ganado algunos premios importantes, ¿cómo te ves actualmente? ¿Cómo esperás que los lectores o la gente que te conoce te vea? ¿Te sentís a gusto con la etiqueta o el rol de escritor? ¿Preferís otro?

M. E.: He llegado a un punto de paz con mi oficio y como escritor ya se ha consumado mi proceso de individuación. Lo que quiere decir, entre otras cosas, que ya sé lo que puedo y quiero hacer, literariamente hablando, y lo que no. Me ha tomado veinte años entender cómo debo funcionar literariamente. Fue un trabajo de formación e información muy necesario. Una exploración indispensable. Y ahora lo tengo: comprendí mi alquimia. Una cosa que me di cuenta es que el guión que nos metieron de lo que se supone debe hacer un escritor es una falsedad por todos los costados, y que los que siguen creyendo en él son unos arribistas y le quieren besar la mano al papa. Se puede ser un escritor muy bien publicado, sin tocar las fibras esenciales del entorno y sin transmutar nada. A mí me interesa escribir, y nada el aparato literario. Repito lo que ya puse en otro lado: evito lo más que puedo ingresar al régimen linfático de las mesas redondas, las presentaciones, los congresos, la discusión de novedades literarias, los libroclubs, las becas, los intercambios profesionales con los otros reyezuelos del oficio, las entrevistas y colaboraciones estratégicas, el lobbying editorial… El escritor puede hacer un poco de todo eso, pero, si no se cuida, todo eso se lo va a hartar vivo. En el experto literario expira el escritor. En el funcionario literario, ya ni digamos. Podemos jugar en todos los niveles, pero la marginalidad no se puede dejar a un lado, si me permitís el efecto. Si estoy haciendo esta entrevista, es porque nace del calor y no del cálculo. En lo personal, agradezco haber fracasado, como escritor: pues ya solo me quedó la sinceridad, la entrega cruda. Y no espero nada del lector, ni que me vea de ningún modo. Esas expectativas están muertas, todas. Libre de expectativas, soy libre de veras. Me gustaría decir que en eso de escribir nada está escrito. Las leyes y las posibilidades las inventa uno en el camino. De otra manera solo se está plagiando lo circulado y lo recorrido. Dicho esto, me podés llamar escritor. Escribir es lo que hago y de lo que vivo. Sea un columna, un texto corporativo o un poema. Lo hago con rigor. Por supuesto, es una identidad relativa, jamás absoluta. Diré la perogrullada: la última escritura es el silencio.

 

TPA: Vos, mejor que nadie, sabrás cómo funciona el panorama editorial de Guatemala. ¿Qué opinión tenés al respecto? ¿Creés que funciona con cierta solvencia a nivel comercial y/o de difusión? ¿Cómo te ves dentro de ese panorama?

M. E.: Te corrijo: yo no sé cómo funciona el panorama editorial. Tengo algunas nociones. Por ejemplo, recién escribí este post: “El problema con las editoriales grandes es que no te pelan, incluso si estás en su nómina; el problema con las editoriales pequeñas es que se pierden en el menudeo y no tienen músculo.” La otra vez estaba hablando con Raúl Figueroa Sarti sobre los problemas que tiene su editorial. Completamente desmoralizante. Una cosa cuartelaria. Pero en cierto modo, nada de eso me provoca interés realmente: ese artefacto matérico e ideológico llamado libro ya no me estimula. He decidido no escribir más libros ni publicarlos (si publicara alguno sería para cerrar una gestalt del pasado). Lo que no quiere decir que no siga escribiendo y publicando. Como ya dije: es lo que hago.

 

TPA: Sabemos que desde hace algunos años te has decantado por el formato blog (de hecho, has publicado varios libros bajo el sello Zanate). ¿A qué se debe esta inclinación? ¿Qué valor o valores has descubierto empleando esta herramienta?

M. E.: Mi ética es artesanal, mi ética es internética. Mi ética consiste en compartir el pan de la escritura. Por eso el blog. El más grande valor de esta y otras análogas herramientas es que me permite saltarme a los sacerdotes y mediadores culturales.

 

TPA: Tu papel en las redes sociales, especialmente en Facebook, se ha intensificado. ¿Creés o ves en FB una alternativa válida o sólida para comunicar tus opiniones? ¿Qué pretendés con ello? ¿Lo hacés bajo las premisas de un usuario estándar o hay algo más?

M. E.: Por supuesto que FB es una alternativa válida y sólida para comunicar mis opiniones. ¿Por qué no habría de serlo? Es un medio dúctil y fértil, que te permite estar en la conversación pública en tiempo real, y beneficiar tus opinión de un feedback muy polinizador y rizomático. Y aparte de la instantaneidad, que no es poca cosa, está la intimidad. Y por supuesto el alcance. Solo diré que el posteo compulsivo es parte de mi dharma y de mi agenda y de mi obra. Por tanto no lo rechazo como otros escritores, más bien reaccionarios, mezquinos y pontificios. Mi poder de discriminación aumenta, no disminuye, con las redes sociales.

 

TPA: Tus columnas de opinión son, digamos, únicas. Es decir, tienen tu marca personal en cuanto al manejo del lenguaje y al léxico, un vocabulario bastante cultivado y a veces hasta preciosista. ¿Creés que debido a ello tu opinión (o lo que intentás transmitir) pueda sufrir una especie de rechazo, en el sentido de que un lector convencional sienta que va dirigido a un sector determinado, ese sector que, digamos, esté a la altura de tu discurso?

M. E.: La pregunta viene viciada y cargada. Algunas columnas mías son complejas y preciosistas, otras no.

 

TPA: ¿Cuáles han sido tus mayores influencias literarias y/o artísticas? Aquellos escritores, poetas, músicos, pintores, cineastas, etc., digamos, que considerés imprescindibles para sustentar tus procesos creativos. ¿Podrías mencionar algunos?

M. E.: Estoy dispuesto a responder todas las preguntas, menos las cajoneras.

 

TPA: ¿Cómo ves el panorama literario actual en Guatemala? ¿Existe? ¿Qué lecturas recomendarías? Si los hay, ¿qué autores/as locales te llaman la atención?

M. E.: Podría hablarte del panorama literatura actual en Guatemala, pero sería eso un montón de pajas, puesto que no lo conozco a profundidad. Estoy medio enterado y nada más. La verdad es que no soy de los que muevo mucho el culo para saber qué está pasando a su alrededor. Es posible que se esté incubando un relevo literario, atizado por los nuevos instrumentos tecnoverbales. Por otro lado, puede que esos mismos instrumentos tecnoverbales estén robando a los escritores potenciales la libido literaria. Podría darte nombres de autores que juzgo competentes, pero serían los mismos que le di a otro entrevistador hace unos años. No alcanzo a ver figuras más frescas y de poder en el ambiente literario que me llamen realmente la atención, es decir, que me provoquen envidia.

 

TPA: Tu último libro es la novela Un rencor puro y perfecto (Alas de Barrilete, 2015). ¿De qué se trata? ¿Qué nos podés decir sobre él? ¿Cómo ves el hecho de publicar con una editorial relativamente nueva?

M. E.: Rencor es un libro que me gusta, porque posee lo mismo entraña, lirismo y control narrativo. El libro ocurre en un edificio, según mi permanente obsesión por los espacios cerrados, y su personaje es un sujeto guardado y oscuro que nos va dando un reporte subjetivo de la vida del lugar y de su propia vida sin salida. No digo más, o es el spoiler. Respecto a la editorial: me gustan las editoriales nuevas porque te ponen atención. Aunque al final no es una cuestión de si la editorial es nueva o vieja, sino más bien de si hay química o no, de si hay romance o no, de si hay entendimiento o no, de si hay comunión o no. Publicar un libro es coger.

 

TPA: El país está pasando por una serie de cambios y de epifanías sociopolíticas. La gente salió a las calles y muchos de los corruptos que estaban en el poder ahora están encarcelados. ¿Qué opinión tenés al respecto? ¿Hubo o no hubo una primavera guatemalteca? Un número importante de la vieja milicia está en proceso judicial, ¿qué te parece?

M. E.: ¿Me permitís citar un post propio, que publiqué a finales del año pasado? Helo aquí: “Donde se ve que somos una sociedad inmadura es que confundimos con mucha facilidad meros estados intersociales con estadios de desarrollo integrados. Lo que pasó este año fue interesante, pero de ninguna manera podemos decir que el movimiento ciudadano estableció un nuevo conjunto de reglas culturales, más bien reafirmó las existentes, como se terminó viendo en las elecciones. Todo cambio substancial es el resultado de una emergencia, una concentración crítica de ideas y prácticas sociales serias, y con ello no me estoy refiriendo a soplar la vuvuzela.” Con la otra pregunta, diré que no tengo pena alguna con que pongan en banquillo a los carniceros. Eso no tiene nada que ver con los acuerdos de paz, que firmaron los carniceros.

 

TPA: Muchos escritores guatemaltecos no son tan conocidos fuera de Guatemala, excepto dos o tres casos puntuales. ¿Qué creés que es lo que falla en ese sentido? ¿Veremos un libro de Maurice Echeverría publicado en España, por ejemplo, en donde se pueda enfrentar a otro tipo de lectores?

M. E.: Si los escritores guatemaltecos no son tan conocidos afuera es porque para ser un famoso literario no basta con escribir, ni siquiera basta con escribir bien, hay que montar una plataforma toda de marca y de marketing, y el nativo no desea por lo general meterse a esas honduras, porque esto es el parvulario. Y en ese parvulario estoy metido yo. Es una manera de decirlo, porque en el fondo lo que pasa es que a mí la fama me pela por completo la verga. Queda claro que fama no es por fuerza conexión.

 

TPA: Muchos escritores sienten cierta devoción o cariño especial por uno o dos de sus libros publicados. En tu caso, ¿cuáles serían y por qué? Asimismo, ¿te arrepentís de haber publicado algo que ahora sentís que no esté a la altura o que no te satisface como en su momento?

M. E.: Por supuesto. Hemos escrito muchas cosas que no deberían tener voto en la propia bibliografía (y que sin embargo lo tienen, excepto lo muy deshonroso). Pero luego hay otros libros que me gustan, y además son varios y no vicarios y son de todo punto verdaderos. Pero el ejercicio de listarlos me parece un poco vulgar. Sin contar que está lo inédito. Hablando de lo inédito: de un tiempo para acá mi poesía me parece muy digna. Lo digo yo –ya que nadie más puede decirlo.

 

TPA. Por último, ¿qué podemos esperar de Maurice Echeverría este año o en los próximos años, desde un punto de vista literario? ¿Andás trabajando en algo? ¿Algún proyecto en ciernes?

M. E.: Me tenés escribiendo continuamente poesía. He entendido que yo soy esencialmente un poeta. Muchas razones hay en ello, que no podré explicar aquí. No escribo libros de poesía: solamente poesía. ¿Se entiende el matiz? Y no la estoy escribiendo para un lector, la estoy escribiendo para me, myself and I. Luego te puedo decir que ya abandoné la narrativa por completo, aunque siempre es posible que algo del pasado, aún no publicado, surja en algún blog o por ahí. Es la gestalt, y hay que cerrarla.

 

TPA.: ¿Cómo afrontás el proceso de escritura? ¿Tenés algunas manías, algún ritual? ¿Qué música oís mientras escribís? ¿Qué te acompaña: un café, un té… algo? ¿Lo hacés a diario y en algún horario en particular?

Escribo sin mayores liturgias, pero sí todos los días y a las mismas horas. Añado que tengo protocolos directos y calificados de escritura, que se han ido cocinado con los años. En eso de escribir, yo ya me hallé hace rato.

 

MAURICE ECHEVERRÍA. (Guatemala, 1976). Poeta, narrador, columnista. Autor de los libros de relatos: Sala de espera, Las brisas, Por lo menos, Exageraciones y Prosas bastardas; y de las novelas: Labios, Diccionario Esotérico, Machete, Los dados torcidos, Los enfermitos y Un rencor puro y perfecto. Es autor de una decena de libros de poesía, Encierro y divagación en tres espacios y un anexo, Los falsos millonarios y Plegarias mutantes, entre ellos; ha sido incluido en diversas antologías guatemaltecas y centroamericanas, y obtenido varios premios importantes tanto en narrativa como en poesía. Sus columnas han aparecido en medios como La República, El Quetzalteco, ElPeriódico, Siglo21, Plaza Pública y Contrapoder, entre otros.

19 de enero de 2016
1976, entrevista, Guatemala, Guatemala Ciudad

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