Te Prometo Anarquía

en la caravana de un iluminado que ensancha oníricas pulsaciones de poesías viaja a solas el fuego

 

 

 [GERMÁN ALBORNOZ]

 

 Escribir algo

verte
ver la semilla de cada corazón
la raíz perdida y poco recordada

Hay quienes hablan demasiado
se afanan en riquezas
en desplegar su poder sobre la Tierra
creaciones oscuramente falsas

¿Quién dice realmente lo que quiere?

¿Quién regala un puñado de arena?

Bebe un poco de vino
bendice este mundo

*****

Una carta
recíbela
aparecen voces

La Confesión es un engaño
un sacerdote ante ti

Decían que la Tierra era plana
que permanecía inmóvil
que los niños muertos van al limbo

Las hermanas tienen hijos
preguntan precios
regatean

El tiempo se desenrolla

Me abren la puerta
estás esperando

*****

Hablamos
los cafés siguen abiertos
entregándose al calor de las manos

Ir a otro lugar
la tarde ha enseñado sus piernas

Tímido, en una casa de la zona 12
te recibe un nombre de mujer

Me he sentado en la cama
has traído otro poema
tu parte consagrada
el lejano sabor del whisky

Encima de mí
la claridad de la ventana te ilumina
nos da más
los versos están rechinando

*****

La vida es un río lleno de islotes

Otro sueño para mi colección
Vos descalzándote a la entrada de la casa
un crisantemo marchito

Despertar a pausas
no moverse

Te han perseguido los años
sus días inquietos
hacés falta entre las sábanas

Ha triunfado el amor
la bondad de las manos

*****

No soy hija de mi padre, él me mira y piensa eso; entonces vienen los golpes para mi mamá. A mí no me pega, se ha divertido imaginando cosas, a mí sólo me toca.

Criollo venido a menos, idiota de pan dulce y chocolate; qué poco se hace a lo largo de una vida!

Mi papá me está tocando, me habla de amor con miel entre los dientes y eso me gusta.
Soy la reina mora de los cuentos, señorita de las acacias; la negra deseable que se guardaba detrás de la puerta (desde la época del bisabuelo.) Bisabuelo malsano, amante insatisfecho de muñecas y porcelanas.
Papá se sueña desnudo, abriendo el paraíso de mi boca, y yo tengo tres centavos. La mano que se extiende es sólo parte del truco; lo que cuenta es esconder bien lo recibido.

Ya tengo mi primer criado, un hijo de viajero que compré con el sudor de mis nalgas.
Me le he ido escapando a papá, yo decido:
Otro sentadero, otros brazos; la mano curiosa, en tardes dejadas a solas…

Mercaderes portugueses susurran en las esquinas. Tomaré té de menta envuelta en un kaftan. He de soñar un buen dedo de vez en cuando.

05 de febrero de 2009
1974, Amatitlán, California, Castro Valley, poesía, prosa, San Francisco

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