Te Prometo Anarquía

nos despojamos de la simpleza que resulta ser la dualidad y es cuando la materia se desliza ante el vital escalofrío de la existencia, ante su implacable hegemonía

eynard menéndez

 

[EYNARD MENÉNDEZ]

 

 

DESLIZAMIENTOS

             

  Nos acostumbrarnos a deslizarnos

                como mecanismo de defensa para nuestros

                instintos primarios, con astucia felina:

                el hombre habla, besa, abraza, saluda,

                  calla, comparece, sueña, traiciona, mata

                De El libro del silencio

 

I

 

Vivir, construir, dejarse la cara al viento,

movilizar las razones de mi/nuestra existencia,

recordarnos la vida, el mundo, los instantes

desmejorables, la ventura sin aventuranza

de las venas que me/nos palpitan día con día.

El buen día terminó sin haber empezado

desde los Adanes y las Evas, desde las Liliths,

los emperadores, los déspotas, desde la

realidad consuetudinaria y el ordinario

quehacer desmotivador del cuerpo y el alma.

 

II

 

Un mundo de repente se manifiesta

y nuestros ojos salpican asombro:

la creación inmediata de las cosas

es suficiente para hacernos amos

y señores, los más viles del infinito,

pero sobrevivimos y asesinamos

desquiciadamente a la vida

aunque la poesía nos brote en

la piel como quien no quiere la cosa.

 

III

 

Creo que convertirme por completo

en un monstruo es la única manera

de buscar mi salvación eterna.

Los pasos son dados con mi

conciencia cuesta arriba sin

mayor materialización inconsciente

de la bondad que me puede

succionar las entrañas desnudas,

imparciales, venidas de más

a menos, de menos a más,

del amontonamiento cualquiera

y sin razón por su bienestar

cualquiera en aras de lo desconocido.

Esto creemos que pensaba Mr. Jeckyll:

las circunstancias de las casualidades

absolutas lo llevaron a dar

una vuelta por el infierno

de las bebidas materializadoras

de la conciencia pura del inconsciente

real, vil, estremecedor, delirante:

nunca se encontró un culpable

en medio de tanta desazón

agridulce de tantos pasos perdidos.

 

IV

 

Recordamos fugazmente, como luzazos,

el tiempo en el que volábamos siendo ángeles,

el tiempo en el que caímos como pequeños demonios,

los instantes de frustración cuando fuimos

castigados por los dioses por una eternidad

con trabajos forzados portadores de una

ciclicidad alarmante y testadura,

recordamos inmemorialmente

cuando bajamos de los cielos esplendorosos

y tocamos la tierra como primera instancia,

perpetuamos en nuestro organismo

la intersección de nuestra Historia

de cuando salimos del agua

para empezar a respirar aire puro y fresco,

por último siempre nos tenemos en la memoria,

persistimos como un santiamén,

las edades doradas en donde

nos refulgíamos con sangre divina.

La idiosincrasia de cada uno de nosotros,

simples y tristes mortales ahora

–destinados a la muerte sin perdón–,

nos va armando de valor y de cobardía

día con día en donde ya existen balas

y extorsiones y en donde teóricamente

somos pacíficos para vernos civilizados,

y cuando, en fin, las batallas

para salvaguardar nuestro honor divino,

o cuando nos resistíamos a la extinción

deseando la perduración de nuestra especie,

y para conservar el hálito condensado

de nuestro esqueleto condensado

bajo nuestra piel como destellos de supremacía,

todo esto, entre tanto más por contar,

ya es olvido, ya pasó, ya no existe

en la actualidad del perenne presente

impostergable hacia el futuro demoledor:

somos, fuimos, seremos y somos aún, todavía.

 

V

 

El hilo desigual, la parte esencial de nuestra humanidad,

mi/ nuestro espíritu decadente pero de pie

y soportando las ráfagas de viento sin impermeabilidad,

el alma: circuito curioso y artefacto tierno en su des-

conocimiento sempiterno, el misterio casual.

La familia, los amores, los conocidos y los extraños,

los ruidos existentes e inexistentes, nuestras cabezas

rebotando por los desfiladeros del abismo

impredecible de eventos explayados

hacia El Gran Salto, la mordida simpática

del machete que romperá la linealidad

e impondrá el antes y el después,

un inicio y un final demostradamente compactos

para estremecer al mundo entero o,

más bien, aquello que nos quede por recorrer en vilo.

 

11 de noviembre de 2016
1990, Antigua Guatemala, poesía

¿algo qué decir?