Te Prometo Anarquía

según las malas lenguas, detrás de las nubes subyacen los restos de un flujo de lluvias surrealistas y porciones de ficción tangente…

 

Fotografía © Kurt Zierlein

[LESTER OLIVEROS]

 

ROBERTO BOLAÑO EN VÍDEO YOUTUBE

 

No sé a quién llamar,

no sé de dónde llega la lluvia

y ahora siento el frío sabor salado.

 

Me llegan las voces de las olas contra las aves,

me llegan solitarias ráfagas de ruidos hundidos

sonidos leves que se hunden y vuelven,

la espuma del alma que no cesa de ser nube.

 

Ya no quiero llover ni ser un acantilado,

ya no quiero romper contra la playa

en sonidos dolorosos,

ya no quiero morirme lentamente

sin saber siquiera qué me mata,

quiero llegar a ti sin tanto ruido,

talvez en el silencio de la luna y la imaginación de

las sirenas.

 

 

NO HAY NADA QUE INVENTAR

 

A Alan Mills

 

Recorrí el portal a la Catedral/ Encontré en la banqueta como en la plaza/ gente sentada y curiosa viendo como un dibujante le daba vida a una hoja pálida hasta volverla una orgía de insectos inquietos que al final eran un rostro sonriente// La fuente con su agua azucarada/ebria/mortal// Era un día antes del Domingo de Ramos/ el olor a flores tibias llenaba la cúpula// Me senté precisamente frente a un cuadro que colgaba eternamente de un muro/ era una escena que no recuerdo muy bien porque parecía muy antigua y borrada/ ahumada/ empolvada/era La Anunciación// Por dentro la catedral es un gran patio frío y la gente se sienta a ver la inmensidad de esa mansión sin dejar de rezar/ sufren la divina soledad en silencio.

 

Al regresar al pasaje Aycinena, me encontré con que no miraba ni a Balam ni a ningún otro amigo. En la entrada seguía en su lugar mi bicicleta. Alguien, que no conocía, pero que me pareció singularmente estrafalario, esperaba también afuera del lugar. Me acerqué y le pregunté su nombre. Me dijo que se llamaba Carlos. Me preguntó si esperaba a alguien y le dije que a Balam, pero no parecía conocerlo, así que le conté lo que le he contado a varios: que es poeta, que ha viajado por Europa, que vive en Brasil, que escribe muy bien, y terminó por confesarme que él también escribía. Me habló apresuradamente de su sueño dorado, de un viaje a Paris con su novia, que podía vivir comiendo papas por el gusto del buen vino barato de a un franco. Me presentó a una de sus amigas que no dudó en pedirme un cigarrillo y jalarme de la mano hasta una silla para empezar a contarme su viaje. Era española y tenía eso que siempre llevan las extranjeras aparte de la bufanda y la mirada de apendejadas, una labia para dormirme y dejarme en un estado de estupidez tal que cuando me pidió una copa yo compré una botella y reímos mucho luego de tres vasos y unas fumadas de pipa. La española cometió el error de irse con un grupo de evidentes grifos y al rato corrían huyendo delante del vecino que blandía un efímero machete que bien podría ser colgado en un puesto de antigüedades.

Balam regresaba por la otra puerta y pudo grabar todo en uno de esos celulares modernos y luego me presentó a sus dos camaradas. Uno era estudiante de física y el otro era un músico extravagante que llevaba a todos lados unos lentes oscuros muy grandes y una sonrisa de estrella de cine en plena alfombra roja, aunque en realidad era una risa cínica y desgastada pero que aún conservaba algún valor para él. Vimos el video muchas veces y una chica que se acercó hasta nosotros cayó en el embrujo de nuestras ocurrencias porque en el calor de la risa el músico le dijo que había sido un actor de teatro el que blandía el machete y que en realidad los muchachos estaban disfrazados de jipis para mostrar de alguna manera un símbolo de la violencia contra los disidentes de la sociedad.

Brindamos con cervezas y, como era costumbre de Balam y sus camaradas, fuimos al parque central de nuevo a ver la bandada de palomas volverse una lluvia blanca que caía lentamente contra el suelo mientras los niños tiraban maicillo. Sentía el aura total de la libertad y el desvarío, y luego también sentiría que estaba solo en un escenario que era un poco la puta prolongación de otras realidades alternas. El olor a corozo y los ramos de flores se volvían un raro conjuro a cada trago de vino tinto. El músico excéntrico bailaba sobre la fuente diciendo que aquella agua era agua de chara, de bolos desnudos, de pequeños huérfanos abrigados por el cielo, pobres charas tomando agua de chara, era para dar gracias a cada trago de vino barato.

Parecíamos ebrios y realmente lo estábamos. Por la noche vi correr a la españolita gritando que era una paloma. Atrás corría el muchacho con el que habían sorteado los machetazos, que le decía que no se fuera a tirar a la fuente, que no se fuera a tirar, que era agua de miados y charas, con cagadas de paloma y escupitajos de ociosos y los reflejos de la luna sucia sobre el Palacio Nacional y las miradas frías de los creyentes, y los gritos de las víctimas, los fantasmas y la noche completita de la ciudad imaginada sólo para nosotros esa tarde.

 

 

MENSAJE DESDE FACEBOOK A UN AMIGO DESCONOCIDO

 

La voz y la palabra eso que se enreda como una serpiente en las lenguas en los ojos la voz primera que aún descubro como un aliento de mujer o como sutil naturaleza secreta eso que es la palabra hecha de silabas milagrosas y conectivos de silicio y plazas llenas de palomas a vuelo la voz es la continuación de un sentimiento calido que se aviva con el viento y entre las piernas la palabra que motiva mi verbo singular eso que es como una enorme mariposa de papel que enciende el cielo del crepúsculo eso la voz que yo pronuncio como una palabra y parábola de mí como un pararrayos primitivo donde se sienta un pensamiento de fuego donde la idea se cobija entre fonemas y sintagmas como un antílope trepa por un monte huyendo de una flecha es la voz que salta con un rugido que se cuela entre la selva para terminar siendo el reflejo sobre una olvidada o acaso imaginada laguna donde monos creyentes de los colmillos consonantes saltan de rama en rama sintiéndose tan libres y felices en una consecutiva maquinaria de la imaginación donde la voz de nuevo salta como insecto y brilla en la noche o como gacela se escapa de mí tratando de nuevo de ser capturada por una palabra o miles de vocales. 

 

 

LA HABITACIÓN SIN TECHO

 

Creo en mis propias obsesiones (…), en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los edificios para estacionamiento de autos, en la poesía de los hoteles abandonados.

J. G. Ballard

 

Todo recuerdo podría parecer un sueño. Hay muchos que piensan que el pasado lo vivió otro, otro que no eran ellos. Yo pienso que todo cambia, como dijo Heráclito, y parte de nuestra vida es ese recuerdo viviente que aparenta estar desvanecido. Yo no sé, no estoy seguro si soñé o viví esto. Ahora que estoy en este asilo y la tranquilidad de las tardes nos da nostalgia y el tiempo se alarga como nunca, he creído que hasta pueda ser un invento de tanto ocio esta certeza y fábula. Digamos que soñé que llegué a una casa, para ser modestos y fieles a uno de los elementos de la verdad. Toqué la puerta en la que había un rótulo. Una señora, no recuerdo bien su rostro (pero sí su voz), me abrió y me dejó entrar. Le dije que había visto el letrero que decía: Se alquila habitación a persona sola.

«No tolero el ruido, y los niños lo hacen siempre», me dijo. También mencionó que no necesitaría llaves y se alegró que mis únicas pertenencias fueran una cama y un cajón de ropa. La mujer era delgada, pálida y con el pelo canoso y desordenado (no me acuerdo de su cara porque el pelo le cubría los ojos y tan sólo me atrevo a imaginar que sus ojos debieron ser terribles como los de las adolescentes). Iba delante de mí preguntándome en dónde había vivido antes y de pronto se detuvo en un pasillo y me susurró: «acá la gente es muy buena, no se le va a perder nada». Me lo dijo en voz baja, con una cordialidad de gente buena y me lo siguió pareciendo cuando me mostró un patio amplio donde, ya instalado, parecía demasiado grande para mí. «Es un sitio ideal para un joven como usted», me dijo dándome confianza, y aunque pueda parecer extravagante, también me dio ternura su gesto.

Entré mi cajón de ropa y moví mi cama para un lugar en el ángulo de dos paredones altos y al terminar me lavé la cara; me recosté y pude ver con placer el cielo. Las nubes pasaban limpias como algodones informes y puros. Me sentí muy bien bajo aquel cielo recortado por los cuatro paredones altos de ladrillo. Recordé las palabras de la señora: Es un sitio ideal para un joven como usted y su voz me pareció de nuevo como la de una mujer que lo ha vivido todo y no puede ocultarlo.

Abrí mi diario y leí: «Hoy me voy de casa. Mi madre está muy sería y parece no querer decirme nada. Mi hermano se fue al trabajo y me dio un gran abrazo», y luego más abajo: «Es septiembre, son las dos de la tarde, no creo que el destino sea bueno conmigo pero estoy dispuesto a probar suerte en la soledad (dibujo de un sol y una montaña), Carol escribió que llega en diciembre y me promete que será la mejor temporada; trataré de dejar el tabaco porque mi tos es grave». Más adelante leo un apunte reciente: «Por el camino vi a dos conocidos vecinos y me preguntaron, como todos, que por qué me iba; les dije que quería vivir un tiempo lejos de mi familia, y los vi hacer una gesto de disgusto, me despedí de ellos rápidamente y observé que a lo lejos aún me volvían a ver con un resentimiento que no entendía».

Dejé el diario sobre la cama. Hacía un día espléndido. Sin poder creerlo percibí el cielo azul. Era un rombo azulado y celeste, era un cuadro, un cielo geométrico, irreal y sublime. La sensación de quietud me invadió. La mujer había desaparecido y aún no había visto a ningún inquilino. Los paredones altos y como si se movieran por el efecto de las nubes volando, me sobrecogió. El silencio siguiente fue infinito y brutal con el olor húmedo de ladrillos llenos de musgo.

Caminé por los corredores buscando a la dueña de la casa. Se me hizo eterna la búsqueda. Subí graderíos altos y recorrí pasillos, toqué puertas que parecían selladas. Traté de decir algo pero no sabía el nombre de esa mujer. «Por favor, no siga haciendo ruido, oí sus pasos, la forma tan violenta en que bajaba las gradas, luego los golpes a las puertas, no haga más ruido», dijo ella, apareciendo frente a mí como si hubiese estado todo el tiempo en ese lugar. «Señora, lo siento mucho pero yo no puedo vivir en un patio, el cielo es bellísimo, pero en los días de lluvia me será imposible estar allí», le dije tratando de controlar mi repentino arrebato de cordura. «Usted es un trovador y aún no lo sabe, pasará el tiempo, y entonces se dará cuenta que acá nunca llueve y ese cielo siempre será el mismo, óigame bien, usted es un trovador», dijo la mujer con tanta seguridad que me sobrecogió el temor de que alguien nos hubiese abandonado, quizás una presencia celestial, eso sentí al bajar las gradas hacía el primer piso. Sentí que eran muchas más gradas de las que había subido, además los corredores parecían más largos y más abandonados. Me seducía todo aquello. Tengo que confesar que pensé de pronto que no era temor el que sentía sino libertad, una libertad tan profunda que me confundía y me hacía sentir culpable. 

Pensé al mismo tiempo que era obvio que la pobre anciana deliraba y que yo había caído en uno de sus trances seniles como un niño. De todas formas no podía pensar mal de la señora porque me había agradado su forma de ser. Creo que la confundí a primera vista con alguna persona conocida, y eso era una debilidad en mí al momento de juzgarla, porque en realidad no sabía quién era ella. Al llegar al primer piso oí su voz desde lo alto: «Usted, no se vaya, aquí jamás llueve, aquí nunca pasa nada malo, no se da cuenta que es un lugar ideal para usted, me oye…acá nunca llueve».

Ya frente a la puerta resolví dejar mi cama y mi cajón de ropa, pensé de pronto que tal vez volvería por la tarde, luego del trabajo. Al salir, comprobé con gratitud que la calle también era parte de la casa, entonces lo comprendí todo.

 

 

ONLY POEM FROM MY EARTH

 

Para ella la tersa luna

como una almohada

su luz esa sonrisa colmada

del azúcar de las golondrinas.

 

¿Por qué es la espuma donde la

playa se hace grande?

 

Las manos llenas de líneas y las flores en el horizonte.

 

El olor de las frutas en los cuartos,

el sol que todo llena con sus agujas como pájaros,

el viento que hace velos y los velos una nube,

el sonido de tus pasos o los pasos sobre el mundo,

sencillos fuegos en las ramas,

una estrella es un juguete sideral,

/del más allá hasta el temor

como un invento del misterio/.

 

A ella,

la caricia de los veranos,

la viva voz del niño cuando nace.

A mi madre sobre todo las canciones

la comida, el pan sobre la mesa,

el Cristo y la palabra como una piedra memorable,

como un pez sobre la torre del mar,

como un milagro sin iglesia

un domingo hace años.

 

Mi madre llueve de vez en cuando,

es la tierra y es el agua,

/esta llena de recuerdos torrenciales

en invierno/

la primavera como un ave

en una jaula

como un pescado que sueña.

/cruzar espejos/

lavarse los ojos para siempre,

quitarse el peso de los demás,

tener las maletas listas

para otro viaje,

uno al revés del infortunio.

07 de mayo de 2009
1985, Guatemala Ciudad, narrativa, poesía, prosa

6 intervenciones en “según las malas lenguas, detrás de las nubes subyacen los restos de un flujo de lluvias surrealistas y porciones de ficción tangente…”

  1. MarianoCantoral dice:

    me gustó la intermitencia de imágens y género…

  2. la-filistea dice:

    Me gustó. El poema del final estuvo bueno!..

    Adelante.

  3. Lester Oliveros dice:

    Muchas gracias por los comentarios. Los escritores estamos un poco muertos, a veces no salimos a la calle, nos ilusionamos con cosas sencillas y a veces nos frustramos con un dios que no sabe nada, jugamos al ping pong con la computadora y tenemos pocos amigos y siempre nos alegra creerlos un poco como nosotros, algunos no nos entienden y otros ni tratan, una novia fiel es ya un milagro. Saludos.

    Les dejo el link de una entrevista que le hice a mi nuevo mejor amigo:

    http://latinoamericanosunidos.blogspot.com/2009/05/toda-literatura-es-un-viaje-por-amor.html

  4. Anonymous dice:

    Oighanse a este eskritorcito, no sos nadie, hasta cuando van aprender que no se es eskritor por escupir unas lineas awtodidactas, se es intelectual por la lucha contra la ynjusticia, pendejos, deberia darle verguenza a Este… No a los Dinosaurios, No a los pseudopoetas, no los manifestantes, kontras, ni anarquicos!!!!!!!!!!!!!!!

  5. rafael romero dice:

    Querido Anónimo: al que debería darte vergüenza es a vos. Aquí la gente da la cara y en un país como el nuestro, eso dice mucho. No sólo hay una forma de expresión. Hay muchas. Aquí hay algunas. Vos tendrás otras. Te recomiendo dedicarte a los tuyo. Viví y dejá vivir. Si la gente hace, mal. Si no hace, mal. ¿Quién nos entiende?

    Pd. No perdás tu tiempo en responder si vas a seguir con anonimatos y/o nombres inventados. Borraré tu comentario en seguida.

  6. «deliriosaurios», de lester oliveros, reseñado por juan calles | TE PROMETO ANARQUÍA dice:

    […] LESTER OLIVEROS […]

¿algo qué decir?