Te Prometo Anarquía

relaja un poco el alma y libera las visiones clandestinas en la ciudad donde chacales se aglutinan en la sombra de la dual conciencia

[JUAN DIEGO OQUENDO]

 
 
[[[AT-FIELD]]]

Pink

Montado en la burra veo a uno de los recién adquiridos
brocha-policía, capacitados para prevenir las extorsiones
y además cobrar el pasaje, hijueputa, reverbera en mi
mente junto al maldito dildo rosado de Marla, que no
logro exprimir de los sesos, cuando un tipo, sí, de esos
tipos “raros” se sube a la burra y se sienta a un par de
metros de donde yo estoy, cerca del brocha-policía, que
de alguna manera me da algo de tranquilidad, pero el
tipo usa un gorro que podría ser pasamontañas, acerca
la mano a la cintura quizá en busca de una pistola, pienso
que este maldito se va a tronar al cabrón piloto número
no sé cuanto (*consulte en la página web de elPeriódico,
morbosamente llevan la cuenta muy bien cronometrada)
y no dejo de pensar en el condenado dildo rosado de Marla,
ojalá lo hubiese traído conmigo, ahorita mismo podría pararme
y matarlo a pura verga con el erecto dildo rosado de Marla,
a lo GTA: San Andreas. Mierda, el brocha-policía ni se percata
de todo el vergueo, el caca ese se está levantando, sí, ahorita
saca el cuete y nos pisa a todos, nos coge bien recogidos con el
dildo rosado de Marla y se truena al piloto, y nadie más anticipa
el acabose en esta vaina, coño, qué carajos hago, me pregunto,
salgo “disparado como bala” y me tiro por la puerta trasera o
pego el grito al cielo de LADRÓÓÓÓNNNN y dejo que la justicia
maya se haga cargo de todo. ¿Qué hago, qué hago? Cada vez se
acerca más al piloto y yo sigo aquí, indefenso, viendo cómo un
crimen inicia y acaba en un parpadeo, me cago en la leche de lo
maricón que soy… Mierda, ya se bajó el tipo ese y a mí se me
pasó la parada por mi paranoia y el rosado dildo de Marla.

FRENTE A FRENTE

Entre la niebla de la mañana
aparece una figura recortada
por un muro de bloques grises
manchado de cráteres profundos
guardando centenares de últimos
deseos, gritos y proclamas.
La figura es ahora un hombre
que se encuentra en harapos,
por los cuales se ven todas las
laceraciones de un cuerpo torturado
hasta la saciedad. Tiene los ojos
vendados y su postura permite
saber que apenas logra estar parado.
Detrás de el se encuentran siete
soldados apuntando con sus rifles
al hombre del muro, sus rostros son
de autómatas listos para seguir
cualquier orden.
A la derecha de los tiradores, se
encuentra un hombre alto, delgado,
con miles de insignias revelando todos
los actos de heroísmo y valentía que
ha hecho. Sostiene su kepis bajo
la axila, la escuadra al cinto, unas
botas lustradas a la perfección y una
mirada cansada, de alcohólico.
Todos están listos, el prisionero,
los tiradores, y el oficial. Se escuchan
a lo lejos explosiones, estallidos y
carreras de la gente, hay vítores por todos
lados. El oficial y el prisionero comprenden
lo que sucede, al contrario de la maquinaria
de fusilamiento, que parece no entender
nada de lo que pasa.
El oficial se coloca el kepis con fuerza,
camina hacia el muro y desata al
condenado, entregándole el arma y
colocándose frente al muro, mientras que
lo ata el otro. Ambos hombres se contemplan
con una sonrisa breve, amarga de aceptación.
La sonrisa les hermana. El condenado
levanta la mano y da la orden. Los fusiles
son disparados y hacen nuevos cráteres
en el muro. El cuerpo se desploma y mancha
la tierra con su sangre.

… (¿I?)

Domingo 8 de marzo de 2009

Y aquel que se atreva a suspirar un “te lo dije” que espere lo peor, así como yo, de la misma manera, pasé teniendo pesadillas todas las noches por dos semanas y un poco más, me percato por mucho que todo
ha sido un solo día, que también hoy, todo se puede hacer realidad, y para terminar de atormentarme
con mis ocurrencias todo resulta siendo cierto, tan cierto que parece imposible, parece detestable,
parece tan sólo una burla, porque, a fin de cuentas, una daga más clavada en el pecho no es
nada, es algo imprevisible, es algo que pasa y ya, todo termina, “total, no pasa nada, me
desangro”, y me desangro tan lentamente, que casi lo percibo, que casi siento cómo
cada célula muere al contacto con el oxígeno, casi siento la sangre que me rodea,
que recorre todo, que cubre las paredes, grita y exhala e inhala, y a suspiros me
desmayo, empapándome en mi sangre, en mis glóbulos rojos, en todas esas
cosas que tiene la sangre, mi sangre, sangre que huye, sangre que no
soporta más la prisión de las venas, del esfuerzo vano del corazón moviendo
la sangre, decantando cada gota de sangre, cada sonido, cada luz, cada color, cada
calor calado con cuidado cubriendo todo, absolutamente todo, carajo. Sí, la vida impresionante,
mi sangre salpicada en un lienzo, líneas de mi sangre, trazos de mí, por todas partes, una habitación,
una cama, un bombillo titilando, y a lo lejos la roja luna en el cielo. Pero es que ni todas las batallas, ni
todas las guerras, ni todas las muertes, ni todos los apocalipsis, ni la ira de Dios ni la astucia del condenado
se comparan ahora con lo que fluye en el lugar de mi sangre, en lugar de todo, todos son pestañeos apenas comparados con lo que deseo ver el mundo arder en llamas, con lo que deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo.

Quizá nadie lo lea, quizá nadie lo vea, quizá nadie lo sepa, ¿hasta cuándo? Hoy en la mañana todo bien,
ayer todo bien, hace unos días todo bien, hace unas semanas todo bien, hace unos meses todo bien,
pero el eterno retorno te coge aunque no quieras, y todo habrá de repetirse, y todo habrá de pasar
de nuevo, porque siempre una causa perdida, yo, héroe de ficción, héroe de nada, lucho para no
caer al abismo, mas la tentación de saltar me acosa, de lanzarse a lo inevitablemente negro,
infinito, frío y desértico donde espera a la nada, donde no hay nada, y donde no crea, no
existe, sólo nada, nada y más nada de principio a fin, ninguna voluntad que la detenga,
que cree, o que al menos invente, que fantasee por mí, que no me queda más que
un abismo lleno de nada, un punto vacío en el cielo, en el universo, eso soy,
eso era, eso seré por siempre, el punto lejano y distante rodeado de
nada más que de mí: nada. Hasta dónde se extingue mi existencia
que no para, que no se detiene, que me tiene aquí atrapado,
serpiente que se come a sí misma, castigo prometeico,
nuevas extensiones de tiempo, de imaginación, de
veracidad, de movimiento, de historia, de
pasado, de posibilidades, de casualida-
des (¿o necesidades?), de lo inevitable,
camino siempre al Gólgota, parangón
de idiotas y reidiotas contrahechos.
Papel higiénico. Moco. Orines.
Mierda. Vómito. ¿Luego?
Soñador decapitado, ul-
trajado, violado,
descuartizado
y metido
en un
barril
de
rotoplás de quinientos litros de capacidad a inmediaciones del kilómetro treinta y dos de la ruta al Atlántico afirma el reporte oficial, se supone supuesta suposición de venganza. Las mil y un conclusiones, así debería llamarse la historia de mi vida, verga, quizá pueda vender los derechos algún avispado pariente mío, ja, hasta para un ensayo a la incredulidad le dejo a los cabrones. De todas las cosas inconclusas, de todos los presumibles intentos flatulénticos, de todas las malditas faltas, de todas las mentiras, de todos los engaños, letrero de INRI encima de la jeta en mi honor. Un pendejo más y sólo. Letritas, chiquitías, minúsculas, ultrarredundante. Hormigas y más hormigas llegan, huelen todo, saben que habrá algo de glucosa rescatable en mis restos, puta, que se lo harten todo si quieren pienso por último.

TODO O NADA

A Pamela y Köper

No sé cómo decírtelo, pero de una manera u otra,
estas intermitencias que nos hacen tan felices ahora,
nos consumen con el tiempo, cada vez que detenemos
los amaneceres, cuando todo se hace noche,
una parte de nosotros muere, nos comemos a pocos
y cuando es momento de regresar a la vida, nos damos
cuenta del daño que nos hemos hecho.

Esta mañana has devorado parte de mi alma,
dejando en mí un vacío inmenso que nunca más
podré recuperar. Te amo, sé que te amo, que
no es una costumbre como repetidas veces me
has dicho que es, sé que todo el daño que me
has hecho, también te ha dañado a ti.
Creo que estos momentos, en que te puedo decir
que soy feliz, que tengo paz y logro dormir
por las noches, acabarán pronto, un par de meses,
un par de días, no lo sabemos.

Pero sabemos que hay que evitarlas. No sé
si me duelen más tus hipocresías o el amor
que por ti siento. ¿Cómo puede ser que algo
que aborrezca tanto en ti, me traiga sin
cuidado a veces? Sí, todos tenemos nuestros
“problemas” y que cuesta enfrentarlos.
Pero cuando quiero saber por qué estoy aquí contigo,
no consigo explicación alguna, no hay palabras
para el insoportable NO que todos los días me repito.

Mi objetivo, de siempre, es que me tengas
en tu mente, que nunca me olvides, marcar
tu corazón de tal manera que el fuego deje
eternos caminos. Porque, ¿para que decir
que no juguemos si ya nos lastimamos? Y todo
esto, te lo digo, porque esta noche, que no
tendrá final jamás, siento que te amo como
a ninguna otra persona. No quiero que acabe,
quiero morir en el límpido mar de tus cabellos,
quiero hacerte mía y que tú me hagas tuyo.

Deseo arrebatarles la esperanza a los pobres
idiotas que caen ante tus pies. Yo no,
yo estoy junto a ti, y sé que cuando se haga
día, y tenga que verte con otro, abrazada
a su talle, te miraré como antes, y tú me
sonreirás, ambos sabiendo, que nadie
se amará más en este mundo, que nosotros dos. Nadie más.

JESUS CHRIST IS IN HEAVEN NOW

Los cañonazos del día de la Independencia me levantan del catre para recibir sobre el rostro las últimas hebras del Sol, sé que hoy termina el plazo para mi sentencia, y la silla me espera al final del angosto pasillo repleto de cientos de criminales que esperan nunca salir para seguir mandando en el país de las maravillas. Los guardias de turno abren la reja para colocarme las esposas, cadenas y demás instrumentos requeridos para la ocasión, a la que no faltará el sacerdote católico y su reino de querubines, en que verán la “justicia” que tanto claman para el pueblo. Recibo gritos e improperios de los demás pedófilos, asesinos, violadores, secuestradores y toda clase de hijos de puta en este mundo. Sólo logro escuchar las cadenas que rayan el suelo de cemento mientras doy los pasos con la cohorte de seguridad como Santo Entierro, y no evito pensar en lo triste que me encuentro al saber que pude ser más, mucho más que este saco de mierda que ahora respira, ya no respira, respira, ya no respira. Termina la caminata y el silencio se genera como la luz de un bombillo, miles de escalofríos recorren a todos a gran velocidad al comprender que en verdad matarán a uno de los suyos, de los nuestros, de todos. Los guardias abren unas puertas de casi medio metro de espesor para dejarme pasar, donde me entregan a los oficiales del presidio para luego seguir por el laberinto de almas, el séptimo círculo del infierno hacia la sala de ejecución. Los oficiales me preguntan si me arrepiento, a lo que yo respondo que me arrepiento de sentirme tan triste en estos momentos, pero que ya pasará, ya acabará. «¿Por qué Ulises?, dinos por qué». «Vaya Dios a saber, deseo, placer, euforia, locura, el color de la Luna, tantas cosas…» «En verdad que andás loco, ¿no?, pero no te preocupés maldito, te vamos a freír y darte de comer a los perros, porque eso sos cerote, mierda de perros». Callo ante los delirios verbales del oficial a mi izquierda y permito que imagine el aroma de mi carne chamuscada bajo los fierros de la silla. Me meten a un cuartito sin ventanas y de un solo foco, donde me quitan las esposas, y en el que me permiten cambiarme de ropa y usar la que ese día llevaba encima, y lo hago con tal cuidado, desdoblo la camisa y el pantalón para ponérmelos como si fueran el Sudario de Cristo, ensangrentados aún por las heridas. Salgo refrescado por el olor de la sangre seca en mis vestiduras, me colocan las esposas, sin antes darme una patada en el vientre y golpearme la cabeza con sus bastones, hasta dejarme en el suelo. Caminamos nuevamente y entramos en una especie de proscenio protegido por una reja, seguramente electrificada para acrecentar la ironía del público “protegido” detrás de ella. Los oficiales me dejan parado entre la silla y la reja, esperando a que el juez lea la sentencia. Menciona mi nombre y apellidos, que yo había olvidado en todo este tiempo, y enumera mis víctimas mortales. Qué triste continúo en todo este acto protocolario tan ridículo, háganlo ya. El sacerdote comienza a dar los oficios y los oficiales entran nuevamente en escena y me sientan en mi trono, reluciente, áspero y frío, justo como lo imaginaba; amarran mis muñecas y tobillos, colocan el casco de metal sobre mi cráneo, y esto me hace recordar el momento, el día, el placer inmenso que tuve al matarlos a todos, tan lentamente y con fuerza, un acto digno de perfilar en el Kamasutra. Sí, la Luna, era el color de la Luna Os suplicamos perdonar todas sus culpas esa noche que regresaba de un insípido y estúpido día de trabajo, pretender la complacencia de convivir con demás personas, la situación más insoportable. Al llegar a mi casa, entré a la cocina a beber un poco de leche fría, a “despejarme” de lo trivial de la vida, cuando vislumbré por la ventana junto al refrigerador esa Luna tan hermosa, tan tentadora, tan sedienta, al igual que yo. Tomé Oh Padre Eterno, Os lo pedimos el cuchillo más grande y afilado de los gaveteros, y vi mi rostro reflejado en el metal pálido, estaba ansioso, sudoroso, disfrutando cada contacto, cada sombra, cada paso, escuchando la televisión encendida por mis hijos, el bostezar de mi esposa. Subí las gradas directamente a la sala donde se encontraban, al verme, todos hicieron un rostro de desconcierto, mas al ver el cuchillo, Jesucristo Nuestro Señor Vuestro muy amado Hijo mi mujer supo qué sucedía, se levanto de los sillones, a lo que yo respondí con un golpe certero a la quijada, que la tumbó en la alfombra, mis hijos aterrorizados comenzaban a llorar, rogándome que me detuviera, que dejara de clavar el cuchillo en su madre, pero no podía detenerme ahí, quería dejarla ver cómo que vive y reina con Vos y con el Espíritu Santo mataba a sus dos hijos, cómo de un tajo en el cuello la niña se desplomaba en el suelo y llenaba de sangre las paredes, cómo su hijo mayor corría, huía del hombre que no era su padre, lo tomé de la mano y le quebré el brazo en el forcejeo, al momento que le clavaba la punta del cuchillo en el ojo hasta penetrar completamente dejando el mango de fuera. Regresé con mi esposa, que aún jadeaba y acaricié su dorado pelo, sus pechos húmedos de sangre, ahora y siempre hasta que posé mis manos en su delgado cuello, y apreté con todas mis fuerzas, hasta deshacer la traquea y saber que había muerto. Amén. Estoy jadeando de felicidad, de gozo, el sacerdote con su palabra final me trajo de vuelta. Espero más emocionado que el resto del público presente, los oficiales se hacen señas entre sí, las luces del escenario tintinean, indicando que el flujo de energía se dirige hacia la silla, una mano baja un interruptor y me dirijo al infierno sonriendo.

 

 

 

07 de abril de 2009
1988, Guatemala Ciudad, narrativa, poesía, prosa

6 intervenciones en “relaja un poco el alma y libera las visiones clandestinas en la ciudad donde chacales se aglutinan en la sombra de la dual conciencia”

  1. Rojo dice:

    Incríble imagen la del primer texto, literatura audaz.

  2. Kisho dice:

    me encanta porque es honesto…

  3. Estela y los cuates del Mula Mayor dice:

    buenísimo, Juan Diego… literatura viva y en movimiento!

  4. el Kontra dice:

    Muy buenos JD, felicitaciones seguí hechando punta mano!

  5. Prado dice:

    El primero es genial. El ritmo que se le imprimió al cuento, el lenguaje, la brevedad y la excelente elección de imágenes.

  6. Ruben Hernandez dice:

    Mano, te leo y releo, tu enredada cabellera es reflejo de lo enredada que está tu mente. Prometés anarquía, yo te prometo desenredar tus ideas sobre Goldman con http://www.capitanblima.com si tenés el valor mirá las partes II y III

¿algo qué decir?