Te Prometo Anarquía

en breve diario destilan guindas solitarias y cuelgan trozos de ilusión en las paredes


 

[WENDY GARCÍA ORTIZ]

UN ARCOIRIS EN MI OMBLIGO

De mi ombligo sale una franja de luces de colores.
Es un arcoiris que empieza en mi cuerpo y termina en el bosque de pinos.
Cuando tengo ganas, salgo a recorrer su trayecto.
Me lleva volando de rama en rama y me hace reír a carcajadas.
Lástima que sólo aparece cuando estoy contenta.

(I)

¿Qué hago cuando me siento bonita?
¿Te llamo y te lo confieso?
¿Espero a que me encontrés en algún lugar público?
¿O me quedo con la imagen del espejo y la desmorono en mi cuarto?
¿Qué nombre te pongo ahora?

¡DUERME, NEGRITA!

Llegué con mucha hambre a la clínica. Me había pedido la enfermera que llegara en ayunas, así que desde las 9 de la noche del día anterior, no comí más.

Intenté leer y concentrarme en el libro de Tom Wolfe que llevaba, pero me resultó demasiado denso para una sala de espera. Lo cerré varias veces y me distraje con la conversación chistosa que me hacía Alejandra.

Dos horas después de la espera, por fin escuché mi nombre. Me hicieron pasar a un pequeño cuartito, repleto de máquinas y con una camilla al centro.

Me pidieron que me recostara sobre mi lado izquierdo y me rociaron un spray en la boca que inmediatamente durmió mi lengua.

El técnico encargado de las máquinas preguntó mi nombre… apenas y pude pronunciarlo.

Luego, el médico se excusó porque el líquido que estaba inyectando en mis venas “ardería” un poco.

Es lo único que recuerdo de la gastro-endoscopía.

Lo que sigue, es un flashazo de la enfermera sosteniéndome en brazos y dirigiéndome con lentitud y cautela hacia una cama.

No sé exactamente cuánto tiempo pasó, pero desperté con el cuerpo pesado y me di cuenta que tenía unas gotitas de sangre en la mano, a causa de la intravenosa.

Reconocí que estaba acostada en una cama con baranditas y ruedas, en medio de un cuarto frío-frío y con olor a alcohol. Segundos después, rompí en llanto.

Qué extraña sensación de abandono me provocó la anestesia.

¡DISPARA, DISPARA!

¡Y siguen viniendo las pérdidas materiales, los tropiezos (y sus caídas), los encuentros inesperados con el pasado, los reproches, las amenazas!

Estoy convirtiéndome en guerrera, entrenándome con dosis de valentía matutina y golpes de ánimo y dulzura.

CRÓNICAS COMPULSIVAS (III)

Cuando vivía en el Edificio El Centro, tuve muchas noches solitarias.

Yo disfruto la soledad, pero en aquel entonces le ponía atención a las noches conmigo misma porque me había acostumbrado a que en los apartamentos anteriores tenía compañía, aunque no la quisiera o no la buscara.

Recuerdo especialmente el ventanal de la sala-comedor que me daba una impresionante vista de esta ciudad.

Se me antojaba, después del trabajo, tomar una taza de café y sentarme en un banco alto a ver cómo se oscurecían esas calles grises y vidriosas por tanta lluvia… así que, lo hacía muy seguido. Los inviernos ―como el que estamos viviendo ahorita― eran aún más fríos desde el piso 15.

Hoy tuve un flashback a esa ventana y a esa sensación de vacío mezclado con punzaditas en el corazón y la garganta.

En realidad, mis ojos buscaban en esas calles a alguien a quien quería dentro de mi apartamento y nunca llegaba. Nunca llamaba…

Sólo quería que se acurrucara conmigo en la cama, sin decir nada. Quería colocar mi cabeza en su pecho y permitirme suspirar cuantas veces me lo pidiera el alma.

Pero, entraba la noche y lo único que lograba ver era cómo disminuían las figuras humanas en las calles, se encendían las luces del alumbrado público y se convertía el paisaje en la ciudad más solitaria de mi vida.

22 de octubre de 2008
1977, Guatemala Ciudad, narrativa, poesía, prosa

una intervención en “en breve diario destilan guindas solitarias y cuelgan trozos de ilusión en las paredes”

  1. Violeta dice:

    Tus Crónicas Compulsivas me han traido recuerdos y sensaciones de cosas que también me han pasado. Lo que escribís, es lo más cercano a mis propias crónicas. Muy bien escrito!

¿algo qué decir?