Te Prometo Anarquía

hablaba así, como deliberando finamente, como internándose, en apnea eterna, en profundidades necesarias

 
[LUIS CASTILLO]
 

ADENTRO

Por un momento se sintió seguro, creyó en la mentira que acababa de inventar y se refugió en ella. Suspendido en la fantasía se echó a volar por un breve tiempo, un instante rebosante de ignorancia y engaño que lo satisfacía hasta la saciedad; y luego cayó. No porque no lo hubiera meditado con anterioridad disfrazó esa realidad ridícula, sino porque se hartó de su inherente soledad. Es tan reconfortante pensar que los que nos rodean ciertamente disminuyen esa sensación de vacío, pero el individuo es solitario por mandato natural, es único en esencia. Y por un momento sintió que al tocar esas tiernas manos femeninas una extraña electricidad lo reanimaba en su interior, olvidó que la reacción no era más que una expresión de su ser que desde adentro realiza una burda interpretación de su entorno: en efecto, la electricidad nunca provino de afuera, fue creada por él, individuo indivisible. Sintió entonces como su cuerpo estaba recubierto por espinas que impedían todo acercamiento con sus semejantes, la cruda realidad azotó un golpe certero haciéndole ver que nadie nunca lograría adentrar en su corazón o en su mente, era un hecho, estaba solo, y todos lo están. Una lágrima escapó de él a la mañana siguiente mientras la contemplaba dormir. Vio su pálido cuerpo junto a él, un frío y distante ente que la noche anterior lo endulzó con pasión y deseo, que lo hizo olvidar su existencia, su yo. Se acercó necesitado, rodeó su tibio vientre y pensó: qué difícil es conformarse con la piel cuando lo que se requiere es algo intangible. Continuó su inevitable rutina, visualizó su día plano y sin emoción, condenado en resignación escudriñó en los rincones buscando anhelos, soluciones y esperanzas, prosiguió: aguardando los años.

ADIÓS

Sí, es difícil decir adiós, a lo que se quiso, a lo que aún se quiere, eso que por alguna razón se va. Cuando la sensación es tan inaguantable que estrangula cualquier razonamiento, se percibe en el momento como una clara amputación, de un intangible quizá, o de algo que en algún momento se convierte en un todo. Pero los todos y la nada son tan relativos. Una palabra que hizo falta, o un afecto que jamás existió, bien podrían ser la espina que continúa punzando durante los atardeceres venideros. Y por la noche, justo al apagar la luz, esa extraña sensación de vacío hace parecer los espacios incompletos, como aferrándose a un abrazo que no se puede dar, o que se quisiera recibir. Y en el interminable transcurrir, se va extinguiendo poco a poco eso a lo que llamamos esperanza, triste consuelo de aquellas aspiraciones tontas, de aquellos momentos abandonados en el pasado, muertos ya, en un peculiar esquema que siguió los trayectos del sinsabor, en esa amargura del hoy. Pero no permanecen por siempre los viejos fantasmas, ¿podrían acaso perturbarnos para siempre? En un implacable ir y venir, todos esos antiguos adiós se van esparciendo en los resquicios de la memoria y, si bien no desaparecen, se cubren de un fino manto de tiempo, camuflándose con el constante cambio. Entonces, contemplamos los continuos finales desde esa vitrina que siente cada vez menos, así preparamos el cambio de papeles, la inexorable plataforma desde donde nos preparamos para la última despedida, y así alguien más la recordará, esperando su cruel turno.

LOS FINALES ANUNCIADOS

Sería triste verlos llegar tan lejos sin tener otra elección, sin haberse percatado de que los cambios existen dentro de cada uno y no en sueños lejanos. Sería triste ver que todos los finales fueran irremediables en su impostergable aparición, como muertes anunciadas que forzosamente deben suceder. Triste, como todas esas cosas que no hicimos, como todo lo que dijimos y lo que dejamos de decir, que nos pesa por años y años. Así, como un retrato más en la pared, su semblante apesadumbrado se llenó de arrugas de amargura, sin darse cuenta cómo ni cuándo olvidó sonreír, acercándose a su final en lamentable resignación. Quizá son los eventos los que nos arrastran a muchos en nuestro pusilánime actuar, quizá no nos damos cuenta que la desidia nos margina contra un muro inevitable hasta que agazapados nos dejamos vencer, así de simple, en la cotidianidad de nuestras miserables vidas. No pareciera importarnos nada, talvez acaso un hoy egocéntrico muy limitado, talvez acaso nuestra ceguera no nos deja ver que el mundo está aquí para ser cambiado, puesto que el mundo somos nosotros. Los cambios son necesarios, para bien o para mal, con todo el miedo que acarrean, con toda la negación con la que los afrontamos; los cambios debieran ser nuestra razón de ser. Y al no serlo, al conformarnos, nos sentamos en nuestro cómodo impasse, acostumbrados a transcurrir sin trascender, irreflexivamente, anunciadamente.

 

26 de agosto de 2008
1981, Guatemala Ciudad, narrativa, prosa

una intervención en “hablaba así, como deliberando finamente, como internándose, en apnea eterna, en profundidades necesarias”

  1. El Zopilote dice:

    Buenos escritos mano empapados de esa melancolía tuya tan característica, esa visión al escenario un poco más cercana que los demás.

    saludos mano,

¿algo qué decir?